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La lana, de material de contrabando a un costoso residuo: "tenemos que pagar para que la saquen"

Se ha convertido en un problema para los ganaderos

La quadrilla, en plena tasca, aquest dimecres a la paridora d’Agustí de Casa Roi de Llessui. - GERARD HOYAS

La quadrilla, en plena tasca, aquest dimecres a la paridora d’Agustí de Casa Roi de Llessui. - GERARD HOYAS

Lleida

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“La lana es un problema para los ganaderos”, explica Albert de Perutxo, el jefe de la última cuadrilla de esquiladores del Pirineo de Lleida. “Tenemos que pagar para que la saquen”, corrobora Agustí de Casa Roi, ganadero de Llessuí. Las últimas cotizaciones de la lana en pesetas rondaban a las 140 por kilo (85 céntimos de euro) y en algunos proyectos llegó después a alcanzar el euro. 

“Ahora no vale nada”, anota Perutxo, cuyo trabajo genera en torno a 40 toneladas por campaña, a alrededor de 1,5 kilos por animal. “Antes se la llevaban de contrabando a Andorra, y con el dinero que sacábamos pagábamos la esquila y el pan y el vino del año”, señala Agustí. Las cuerdas de contrabandistas, de hasta quince personas, solían salir de Capdella para llegar tres horas después a Llessuí y otras tantas más tarde al Coprincipat. Cada uno cargaba una mochila de 40 kilos. “Sacaban toda la lana, ahora pagamos por tirarla”, añade el pastor.

Los últimos esquiladores de ovejas

Ahora rondamos las 25.000 ovejas, pero hemos llegado a hacer nuchas más. Ha bajado el censo y muchas explotaciones han cerrado por falta de relevo, aunque también algunas han crecido”, explica Albert de Casa Perutxo de Les Esglésies (Sarroca de Bellera), el jefe de la última cuadrilla de esquiladores que trabaja en el Pirineo de Lleida.

“Hace más de veinte años que me dedico a esto. Siempre lo he visto en casa. Lo hacía mi tío y también mi padre”, recuerda.

El equipo lo forman cuatro personas, los tres esquiladores, equipados con tijeras eléctricas, y el ayudante que acerca y ata a los animales antes de ser afeitados. “Somos una cuadrilla estable”, anota. De hecho, dos de los esquiladores y el atador no son ganaderos y uno de los primeros reside en Navarra, pero los cuatro llevan años haciendo juntos la campaña.

“Trabajamos todos los días, unos hasta mediodía y otros hasta entrada la tarde según el número de ovejas”, indica. Comienzan antes del 10 de mayo y terminan en torno al 20 de junio, a razón de 400 a 600 esquilas diarias. “Trabajamos en el Jussà, en el Sobirà, en la Alta Ribagorça, en el Aran y algo en la Noguera. Ni queremos ni podemos abarcar más”, señala. Generan 40 toneladas de lana.

El 90% de los animales que esquilan son de raza xisqueta, que hace tres décadas estaba al borde de la extinción. Ahora su censo mengua: quedan menos de 30.000 cuando hace cinco años había en torno a 60.000 ovejas solo en el Pallars, una cabaña a la que se sumaban otras 23.000 en la Alta Ribagorça y el Aran y 27.000 en la Noguera.

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